La IA se vuelve omnipresente y los centros educativos buscan el equilibrio entre la eficiencia y la cocreación

La irrupción de la inteligencia artificial

La inteligencia artificial (IA) en sus múltiples formas ha llegado para quedarse y sus impactos se están acelerando. Desde el lanzamiento de ChatGPT en 2023, que fue una de las primeras plataformas de IA accesibles al público, apenas queda un segmento de la vida que no se haya reexaminado bajo el prisma de la inteligencia artificial. A nivel básico, ya se observan cambios en las prácticas de oficina, con la adopción tentativa de modelos de lenguaje para generar rápidamente resúmenes de reuniones o borradores iniciales de documentos.

La nueva realidad en las aulas

En los centros educativos, esta revolución tecnológica obliga a adaptarse a todos, desde alumnos hasta profesores y administradores. En las Escuelas Públicas de Rochester (RPS) en Minnesota, el estudiante de último año de secundaria Mazin Bakhit está desarrollando SharkFin, un programa de educación financiera. Bakhit utiliza la inteligencia artificial como socio en su tarea: introduce su código en una plataforma de IA y le pide al “bot” que critique su trabajo, señalando errores o sugiriendo mejoras. Bakhit y el bot intercambian opiniones, ronda tras ronda, hasta que el estudiante encuentra la versión óptima. Él describe la IA como un “inversor tacaño y mezquino” o un “entrenador de feedback”.

El desafío: Prohibir o guiar

Bakhit forma parte de una generación que crece en un mundo tecnológico en rápida transformación. La meta de los distritos escolares no es prohibir el uso de la IA, sino enseñar a los estudiantes a utilizarla de manera responsable, sabiendo que el mundo al que accederán tras su graduación estará saturado de ella. “Una de las peores cosas que la gente en educación puede hacer con respecto a la IA es no hacer nada”, afirma Naomi Hughes, especialista en medios bibliotecarios. “Los chicos ya la están usando y necesitan habilidades para poder hacerlo de forma ética y eficaz. Así que no podemos ignorarlo”.

La respuesta educativa y el problema de la detección

Sin embargo, adaptarse es un desafío complejo, descrito como “construir el avión en pleno vuelo”. El distrito de RPS está probando una plataforma de IA llamada Magic School, diseñada específicamente para educadores, con el fin de ayudarles a ser más eficientes en tareas como la planificación de lecciones. La formación en IA para profesores al inicio del año escolar tuvo una demanda masiva. A pesar de estos esfuerzos, la naturaleza de “salvaje oeste” de la tecnología ha obligado a los profesores a volver a lo básico. Peter Wruck, director de investigación de RPS, señala que las herramientas diseñadas para detectar ensayos generados por IA no siempre son fiables. En una presentación reciente, citó ejemplos absurdos en los que un programa afirmó que un pasaje de la Biblia fue generado en un 98,9% por IA, y otros tres programas marcaron el preámbulo de la Declaración de Independencia de EE.UU. como obra de IA.

La IA en la universidad y el futuro laboral

Esta transición también se debate intensamente en la educación superior, mientras se analiza la capacidad de la IA para discernir la realidad de la ficción. La Encuesta sobre el Futuro del Empleo 2025 del Foro Económico Mundial (FEM) reveló que el 86% de los empleadores considera la IA y las tecnologías de procesamiento de información como el principal motor de cambio en el lugar de trabajo hasta 2030. La habilidad más demandada será la capacidad de trabajar con IA y ‘big data’. Esto recuerda a la entrevista de David Bowie en 1998 sobre internet, cuando afirmó que era una “forma de vida alienígena” y que estábamos “en la cúspide de algo estimulante y aterrador”. Hoy, navegamos por territorios igualmente inexplorados con la IA.

El necesario contrapeso humano

No obstante, lo que resulta de particular interés en la encuesta del FEM, más allá de las habilidades técnicas, son las otras competencias más demandadas. Inmediatamente después de la IA, aparecen el pensamiento creativo, la resiliencia, la flexibilidad, la agilidad, la curiosidad y el aprendizaje permanente. Estas son competencias cognitivas de alto valor, inherentemente humanas, que actúan como un contrapeso “blando” a la alfabetización tecnológica “dura”. La IA no es un reemplazo del pensamiento, la deducción o el razonamiento crítico; es un potente aumento del formidable arsenal tecnológico que ya tenemos a nuestro alcance.

Dos caminos: Eficiencia frente a cocreación

De cara al futuro de la experiencia estudiantil, surgen dos “carriles” principales para la IA en la educación. El primero es el de la eficiencia: optimizar las complejas operaciones institucionales, por ejemplo, usando la IA para ayudar a los estudiantes a navegar por la elección de asignaturas o actividades extracurriculares. El segundo carril, y posiblemente el más transformador, es el de la invención y la cocreación. En el mejor de los casos, la IA debe convertirse en un socio en la creatividad: un inspirador y un colaborador crítico que ofrezca nuevas perspectivas, yendo mucho más allá de ser simplemente un atajo o una herramienta de conveniencia.